|Por: Guillermo Bañuelos|
Como en 2018. Como si la campaña continuase, seguimos atrapados en una ‘discusión’ circular, cacafónica, sin fin, sin llegar a ninguna parte.
Guerra de egos, de dimes y diretes, cuyo saldo único es la polarización.
La mecánica es ruda, implacable.
El golpe bajo o a la mandíbula. El descontón cobarde, oculto tras perfiles falsos y argumentos pobres.
Los ‘chairos’ contra los ‘conservadores’; éstos, contra los ‘chairos’. México partido en dos.
Aún los espacios privilegiados para el diálogo y la construcción de consensos, como las cámaras legislativas, quedan a deber al actuar como plataforma de discordia.
El #UnDíaSinMujeres es hoy el eje de la polarización. Para algunos representa la amenaza de la ultraderecha más radical contra la 4T.
Para los otros, es un grito auténtico de #YaBasta ante una situación de violencia que lo mismo arrebata la vida de miles de niñas y mujeres, que de jóvenes y hombres.
En el fondo, asoma la realidad amarga: México está convertido en un territorio feminicida, donde el crimen campea impune.
‘No es con movilizaciones’ como podemos terminar con esta noche oscura y larga. ‘Hay mecanismos’, nos dicen.
Ah.
Le cuento: una joven mujer de Culiacán, madre de familia, acudió a las instituciones en busca de ayuda para resolver una situación de violencia doméstica.
Primero, la policía desoyó sus lamentos porque no presentaba ‘evidencias de golpes’. Y aguantó temporalmente el maltrato.
Al fin optó por presentar una demanda de divorcio e inicio su calvario.
El proceso fue tortuoso. El trato de los empleados del juzgado, imparcial y ofensivo. La víctima, en este como en muchos casos, se convirtió en acusada.
Muy pronto advirtió que un funcionario estatal, abogado él, familiar del esposo, se entrometió en el asunto y obtuvo todas las ventajas.
Sin defensa adecuada, perdió todas. No recibió notificación alguna, salvo la última, y fuera de tiempo: la del divorcio.
Perdió su casa y a sus hijos.
Cada semana, ella deposita lo que gana a su ex marido para mantener a sus hijos. Paradójicamente, trabaja para quien durante años abusó de ella.
El juzgado le dijo: «es la ley».
Uno concluye: ¡a la mierda!
Facebook Comments