En Sinaloa, al igual que en otras partes del país, se viven tiempos difíciles en materia económica, la política pierde confianza, la salud sigue amenazada por el Covid-19, los valores en la familia se pierden, gana el mercantilismo y se impone la mediocridad. Las mentiras e injurias abundan y la vida privada se convirtió en pública gracias a las redes sociales, donde no se valora al remitente y nos creemos especialistas en todo.

A lo largo de nuestra historia hemos conformado una concepción de democracia que no ha sido capaz de recoger valores universales como la justicia, el respeto y la libertad. En muchas ocasiones la información es manipulada para favorecer los intereses de quien paga, mientras que la intolerancia y la falta de respeto es el pan de cada día. Urge una reconciliación Nacional, donde imperen los valores y el respeto a los derechos humanos. No hay de otra, salimos adelante como equipo o nos hundimos todos.

En Sinaloa, cada día aumenta el número de desaparecidos. Las fosas clandestinas nos están llevando al cinismo y ya hasta lo vemos como algo “normal”. Los pueblos situados en los altos del Estado, siguen en el abandono secuestrados por el crimen organizado. La economía informal crece, las banquetas de ciudades como los Mochis, Guasave, Salvador Alvarado, Culiacán y Mazatlán, son utilizadas para colocar puestos de comercio informal, talleres o estacionamientos, obstruyendo el paso peatonal.

Decretos o reglamentos municipales van y vienen, pero no se aplican; los expendios de bebidas embriagantes son cantinas y centros de recreación; se cierran las calles al arbitrio de unos cuantos para celebrar fiestas familiares sin que importe si se afecta a terceros; circulan las motos sin placas, sin papeles que acrediten la propiedad y sin cumplir las normas de seguridad. Como sociedad nos hemos formado fuera de las reglas que marca la ley, la autoridad perdió el respeto y la corrupción gana espacios de poder.

El Sector educativo también pasa por momentos de coraje y frustración, ya que el influyentísimo sindical se impone en el otorgamiento de interinatos o plazas laborales; la policía carece de buenos sistemas de investigación y en ella prolifera la corrupción sustentada en el actual sistema de juicios orales; la comisión de derechos humanos defiende más al delincuente que a las propias víctimas; se realizan consultas populares, disque democráticas, para decidir inversiones millonarias a pesar que la mayoría de los ciudadanos desconoce lo que son humedales, diversidad biológica y daños a la ecología y medio ambiente.

Sinaloa requiere ampliar los cauces de participación social fortaleciendo sus instituciones mediante el derecho, ciñendo su comportamiento en el respeto, la justicia y convivencia social. Es tiempo de rechazar prácticas obsoletas, vicios electorales, violencia y corrupción. Es necesario que el Estado muestre una mejor cara en el interior y exterior. El avance debe ser profundo y comprometido. Lo más prioritario es mejorar el sistema de impartición de justicia, para garantizar la seguridad de los ciudadanos; también urge mejorar la economía, la salud, la educación y los servicios públicos.

Las disparidades en el acceso al conocimiento, a las fuentes de empleo, a condiciones materiales dignas constituyen una lacerante ofensa a nuestra vocación igualitaria y al respeto que nos debemos. El compromiso debe ser de todos, sin que importe ideología política, mucho menos intereses grupales o personales. Las responsabilidades sociales del Estado no sustituyen a las que a cada uno de nosotros nos corresponde realizar. La búsqueda de bienestar y una mejor calidad de vida es responsabilidad compartida. Hay mucho por hacer ¿qué esperamos? El 2021 está por terminar y nos brinda la oportunidad de cerrar ciclos, sanar heridas, perdonar,reflexionar y rencontrarnos con nosotros mismos. Nunca es tarde para tratar de ser mejores ciudadanos y luchar unidos por un mejor Sinaloa.