/Muere Francisco Toledo, el artista, activista y promotor cultural originario de Oaxaca

Muere Francisco Toledo, el artista, activista y promotor cultural originario de Oaxaca

Escrito por: Redacción Ruta Sinaloa

El artista, activista y promotor cultural originario de Oaxaca ha fallecido a los 79 años enfermo de cáncer

 

  • Su muerte deja un enorme vacío en la plástica nacional, que pierde al autor de un mundo fantástico que marcó para siempre el arte contemporáneo mexicano. 

 

05 de septiembre de 2019.- Este jueves por la noche se dio a conocer la muerte del artista plástico Francisco Toledo, quien no sólo fue reconocido por su trabajo artístico, sino por ser un defensor de las tradiciones y cultura oaxaqueña, así como por manifestarse a favor de distintas causas sociales.

Toledo (Juchitán, Oaxaca, 1940) fue un desobediente. Ese rasgo de su carácter fue precisamente lo que lo convirtió en artista. Fue un joven obsesionado con los grabados de su bestiario particular, compuesto por animales fantásticos. No le gustaba estudiar y evitaba los exámenes. Su familia, de origen zapoteco, lo envió a la capital del país tras la escuela secundaria con la esperanza de corregir el rumbo. Pero en 1957 Toledo llegó a un Distrito Federal vibrante donde aún emanaba con fuerza la influencia del muralismo mexicano y su realismo socialista que enaltecía las raíces mexicanas y el papel del indígena.

Uno de sus primeros maestros, Arturo García Bustos, quien había sido discípulo de Frida Kahlo, le recomendó dedicarse a la fotografía y dejar la pintura. “Yo hacía las cosas buscando una cierta modernidad que no le gustaba”, dijo Toledo en una conferencia sobre sus orígenes en 2017. Al desoírlo, Toledo perfeccionó su estilo como alumno de la Escuela de Diseño y Artesanía de La Ciudadela, en el centro de la capital mexicana.

A principios de la década de 1960 exhibió su obra en Texas, la construcción del mito de Toledo pasa forzosamente por Europa. El artista llegó en 1960 a Roma. Llevaba un poco de dinero gracias a las ventas que había dejado una de sus primeras exposiciones internacionales, en Texas. Toledo pisó Italia con cartas de recomendación que un galerista le había dirigido a dos personajes a forma de introducción: el escritor Octavio Paz y Rufino Tamayo, el visionario pintor, uno de los padres del arte moderno mexicano. Se encontró con ellos en París.

La capital francesa fue una enorme influencia para Toledo. Allí conoció artistas y, gracias a Paz, tuvo un lugar para pintar en la Casa de México de la ciudad universitaria. La estadía en París también da a la biografía de Toledo tintes de intriga. Ahí se enamoró de Bona Tibertelli, la amante de Paz y exesposa del escritor André Pieyre de Mandarigues. Bona, quien había preparado su partida a India para acompañar al futuro Nobel mexicano, eligió al humilde artista oaxaqueño que la pintaba desnuda. Se fue con él a Mallorca. Paz escribió que aquella traición fue mortal. Sobra decir que fue la ruptura entre los dos.

Tamayo fue el gran soporte de Toledo en París. Oaxaqueños ambos, visitaron los museos y conocieron coleccionistas. En la ciudad se sembró la semilla de la gran reputación que Toledo aún tiene en Europa, donde una crítica de arte de The Observer llegó a calificarlo como la “respuesta mexicana a Picasso”. Los expertos de arte, sin embargo, no encuentran rasgos de la modernidad parisina en su obra. La pintura y sus grabados continuaron el diálogo con el mundo rural mexicano a pesar del deslumbramiento de una de las principales metrópolis del mundo.

Entre su activismo y defensa de la cultura, en 2002 se manifestó en contra de la instalación de una sucursal de una cadena de hamburguesas en pleno Centro Histórico de Oaxaca, como uno de los actos de protesta organizó una tamaliza.

La desaparición de los 43 normalista de Ayiotzinapa no fue indiferente para el artista, en diciembre de 2014 con la ayuda de trabajadores del Taller Arte y Papel de San Agustín Etla, elaboró 43 papalotes, cada uno con el rostro de uno de los estudiantes.

Con la ayuda de niños de varias escuelas y de visitantes del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) los pusieron a volar en el andador turístico de la capital oaxaqueña.

“Si a los estudiantes se les busca bajo tierra, también hay que buscarlos en los aires”, dijo en aquella ocasión.

En enero de 2015 Francisco Toledo vendió toda su colección del Instituto de Artes Gráficas de Oaxaca (IAGO) al Instituto Nacional de Bellas Artes, sus 125 mil obras fueron vendidas por un peso.

Cuando hizo aquella venta simbólica dijo que al tener 74 años se estaba preparando para “dejar todo en orden”.

Recientemente, apoyo a los damnificados por los sismos de 2017 en su natal Juchitán, para que pudieran reconstruir viviendas, además de ayudar a las vendedoras de totopos que perdieron su herramienta de trabajo debido a esta situación.

Toledo siempre rehuyó en vida a los homenajes. Era esquivo y lacónico en las entrevistas a pesar de tener un desternillante sentido del humor según quienes lo conocieron de cerca. El pintor renunció en 2018 a una beca vitalicia del Estado para cederla a jóvenes promesas. También contaba con decenas de becarios, desde niños de preescolar hasta investigadores universitarios, a quienes apoyaba de su propio bolsillo gracias a la venta de sus cuadros y grabados. Todo esto es el legado vivo que Toledo deja en Oaxaca. Una de las partes más destacadas de esta herencia es el Instituto de Artes Gráficas (IAGO), que alberga desde 1988 una de las colecciones más valiosas en uno de los estados con más carencias de México.

“El arte está de luto”, escribió en Twitter el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador. “Gran pintor y extraordinario promotor cultural, auténtico defensor de la naturaleza y las tradiciones de nuestro pueblo”, lo calificó el mandatario.

 

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