Dios ha cuidado de estos árboles, los salvó de la sequía, de las enfermedades, de las avalanchas y mil tempestades e inundaciones, pero no puede salvarlos de los locos.
John Muir
|Por: José Ángel Sánchez López|
Los estragos del cambio climático han llegado a Sinaloa.
En otras regiones del mundo han sido terribles, desastrosos y aquí hasta ahora solo los cambios de temperaturas hemos sentido.
Pero se avecina, tenemos encima ya la pesadilla.
La escasez de agua.
No obstante que el pronóstico de ciclones para este año indica que se esperan 24, la esperanza de que lleguen a traernos lluvias no es muy buena.
Ya surgió el primero de la temporada “Andrés” que solo duró unas horas y se internó en el Pacífico desvaneciéndose rápidamente.
Mientras tanto las presas nos ofrecen un panorama desalentador: se están secando.
La de mayor capacidad en el norte de Sinaloa es la de Huites que solo está al 17.5% de su capacidad de almacenamiento.
La Josefa Ortiz de Domínguez está al 14%.
Y la Miguel Hidalgo prácticamente está seca. Solo tiene el 4.8% de su capacidad.
Las otras presas de Sinaloa también están en crítica situación de almacenamiento.
Los pueblos que estaban enclavados en sus vasos, cubiertos por las aguas están a la vista.
Ante esta situación la Conagua ha decidido cerrar las compuertas para el riego de cultivos y solo se soltará agua para el consumo humano.
Por cuanto tiempo…?
He ahí la incertidumbre.
Hoy mas que nunca revive la importancia de un proyecto inconcluso:
El Plan Hidráulico del Noroeste (PLHINO), un proyecto del Ing. José Hernández Terán que comenzó a tomar forma cuando fue Vocal Ejecutivo de la Comisión del Río Fuerte y se inició en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, quien lo designó Secretario de Recursos Hidráulicos.
Desde ahí comenzó a trabajarse en el magno proyecto que contemplaba llevar agua hacia el noroeste, desde el Rio Santiago hasta Hermosillo.
El término del sexenio diazordacista suspendió el proyecto, aunque en años posteriores fue retomado.
Así se han interconectado hacia los sistemas de riego las presas del San Lorenzo, Tamazula, Humaya, Evora, y Miguel Hidalgo-Josefa Ortiz de Domínguez, con un canal que solo envía una parte de agua hacia el valle del mayo en el sur de Sonora.
El resto de Sonora que sufre estragos por la escasez del vital líquido se quedó esperando la conclusión del soñado PLHINO, cuya estupenda maqueta está arrinconada por ahí en las antiguas instalaciones de la CRF.
Ese Plan Hidráulico del Noroeste (PLHINO), es el sueño de los sonorenses desde hace cerca de medio siglo, y consiste en aprovechar las derramas pluviales, agua de los estados Nayarit y Sinaloa a Sonora, en lugar de que se vayan directamente al mar.
Pretende que estos excedentes del vital líquido se aprovechen para el consumo humano, la agricultura y la ganadería. Sin embargo este proyecto, que data desde 1960, repito está olvidado, hoy mas que nunca cuando las prioridades del gobierno de López Obrador son sus obras del Tren Maya, la contaminante refinería de Dos Bocas y el aeropuerto militar de Santa Lucía.
Ante la amenaza de la sequía y el desdén de los gobernantes, no nos queda otra que prepararnos para lo que se viene, si no llegan a tiempo las lluvias.
Cuidar el agua es urgentísimo, evitando los desperdicios.
Utilizar solo la necesaria para el aseo, el consumo y lo indispensable, es una necesidad.
La ciudadanía debe cuidar el uso del agua y las autoridades vigilar para evitar el desperdicio.
Si no cuidamos el agua entraremos a una época terrible, de graves consecuencias.
Todos somos responsables de cuidar el vital elemento.
No lloremos mañana consecuencias de nuestra irresponsabilidad de hoy.
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