|Por: Carlos Noé Cota|
Es preocupante lo que está pasando en materia de seguridad pública en México. De acuerdo a algunos estudios de autoridades estadounidenses, del 35 al 40% del territorio nacional es controlado por el crimen organizado. En Sinaloa, por su origen, desarrollo y modernización en su operatividad el narcotráfico ha logrado hacerse de un liderazgo basado en la violencia y el cobro de derecho de piso. Sinaloa recibe grandes beneficios económicos de esta actividad, lo cual hace muy complicado su combate y control; también ha faltado voluntad por parte del gobierno quien ahora les hace un llamado de “amor y paz”. La corrupción y la complicidad de muchos actores de la sociedad impiden decirle adiós a una lacra que forma parte de la vida diaria.
En la zona Sur del Estado (a excepción de Mazatlán) por la falta de un desarrollo integral, existe una gran marginación en los altos de los municipios de San Ignacio, Concordia, Rosario y Escuinapa. Algo similar pasa en la zona centro, al margen del municipio de Culiacán. Mientras que la zona norte en su mayoría cuenta con tierras aptas para la agricultura, ganadería y pesca que le permite un nivel de vida superior a sus similares de otras entidades de la república. Pero también inquietan y preocupan zonas marginadas de municipios como Choix, El Fuerte, Badiraguato y Sinaloa, así como la sequía que se vive en casi todo el Estado.
En las zonas marginales de los altos de Sinaloa el narcotráfico está empoderado debido a la situación socioeconómica que prevalece en ellos, a las condiciones de su suelo y clima, sumado a que los principales líderes de los grupos que controlan el narcotráfico son originarios de estas tierras, este fenómeno se ha extendido a todos los municipios de la entidad y ahora se puede decir que el 100% del territorio sinaloense está contaminado.
El narcotráfico ha sido un freno para el desarrollo político y económico de Sinaloa, por los impactos que ha generado contra algunas administraciones estatales y no se diga municipales, especialmente en las áreas de justicia y seguridad con asesinatos, levantados y desaparecidos, así como acciones de corrupción de gran cuantía.
La sociedad sinaloense ha tenido que soportar el fenómeno y sus impactos, y desgraciadamente en algunos casos ya se ve como algo “normal”, como si fuera parte del paisaje de nuestro Estado, debido a intereses particulares de funcionarios públicos, empresarios y despachos de profesionales que se prestan a la impunidad, protección, lavado de dinero y lo que se ponga siempre y cuando existan dólares de por medio.
La delincuencia es un fenómeno que no solo lesiona el patrimonio y la integridad física de las personas, sino también deteriora el estado de derecho, desalienta la inversión (principalmente la de largo plazo), debilita la base competitiva del sector productivo local y por ende, disminuye el potencial económico de la entidad.
El Estado es el principal proveedor de la seguridad pública y junto con la sociedad es el responsable de la evolución y efecto de la criminalidad, misma que hoy está dimensionando el crimen violento ubicándose en parámetros muy peligrosos ante el uso de estrategias, tecnología y armas sofisticadas, y lo que más preocupa son nuestros jóvenes que pasan a formar parte del crimen organizado.
Narcotráfico, violencia, inseguridad, impunidad y corrupción, son temas candentes que tendrán que tocar los candidatos a gobernar Sinaloa. También deben cuidarse de no dar un paso en falso y ser tentados por el crimen organizado que busca más espacios de poder pagando en dólares y tratando de formar parte del proceso electoral, apostándole al ganador.
El narcotráfico, la inseguridad pública, la impunidad y la corrupción se heredan de una administración a otra, por lo tanto, quien llegue a gobernar Sinaloa por los próximos seis años, tiene la oportunidad de unificar al Estado y darle la paz que tanto necesita.
No se debe olvidar que la preservación del poder es complicada y riesgosa, sobre todo en un Estado como el nuestro cuyas reglas de convivencia política no están muy asentadas entre los actores políticos. En cada sucesión gubernamental se abren nuevas expectativas, anhelos y ambiciones de quienes quieren suceder al gobernador en turno. Poniendo en marcha un nuevo proceso de transferencia y luchas por el poder, donde los ánimos y las pasiones se desbordan.
La sucesión gubernamental constituye el eslabón más débil de la vida política de cualquier sociedad, y este podría romperse causando grandes problemas, agitación e incertidumbre en un Estado que tiene que soportar crisis económica, inseguridad, servicios públicos de mala calidad, nulo crecimiento económico, corrupción y pobreza política.
La lucha por el poder implica un delicado proceso que, por naturaleza, provoca conflictos y guerra sucia de diversa intensidad, tal como se está dando en las campañas electorales. Se perdió la creatividad, la civilidad política se encuentra ausente y las promesas de campaña siguen siendo las mismas ¿Qué pasa en la política y por qué lo permite la sociedad?
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