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Sin Etiqueta: JOSÉ JOSÉ Y EL MUNDO QUE SE VA

Escrito por: Redacción Ruta Sinaloa

LAS COSAS QUE PASAN

 

|Por: Jorge Walterio Medina|

Desde luego que José José, recientemente fallecido, fue mucho más que esos memes; ofensivos unos y geniales otros, que se multiplicaron en las horas y los días posteriores a su muerte.

Fue, sin duda, una de las mejores voces que desde México han triunfado en el mundo.

Siempre he considerado que la mía es una generación de suma afortunada, porque coincidió y conoció figuras entrañables del mundo artístico, el deporte y la política entre otros.

En el deporte baste recordar las inigualables hazañas de Julio César Chávez en el boxeo, Hugo Sánchez en el futbol y las de Fernando Valenzuela y Teodoro Higuera en el beisbol. Ellos abrieron las puertas al posterior éxito de muchos otros de los nuestros.

Pedro Infante, Jorge Negrete y Javier Solís representaron en su momento las mejores voces en la música mexicana y el morir cuando se encontraban en lo más alto de sus carreras artísticas, los ubicó en la inmortalidad.

El sinaloense Pedro Infante representó muchas cosas. Detrás de él está cada uno de sus personajes en decenas de películas. Y sí nos conmovió Pepe “El Toro”, nos lleno de orgullo cuando nos llevó también a conocer la grandeza  de Juventino Rosas, el del vals “Sobre Las Olas”.

“No es vergüenza ser bandido si se roba al que es ladrón”, nos cantó en “Los Gavilanes”.

Jorge  Negrete fue, por excelencia, el charro mexicano, poseedor de una voz inigualable que igual destacaba en la canción bravía, que en su condición de representar a uno de los mejores barítonos de su tiempo.

Respetando de antemano la opinión de los críticos, que desde luego saben más que quien esto escribe, el talento de Javier Solís fue inigualable por su  potente y educada voz y sobre todo por la versatilidad que  mostró en sus interpretaciones.

Me quedó, por cierto, con las Españolerías de Agustín Lara, que interpretó magistralmente.

Pedro Vargas, Antonio Aguilar, Lola Beltrán, Lucha Reyes, Vicente Fernández, (aún vivo) entre otros, forman parte también de nuestra grandeza y  de alguna manera tenemos una deuda con ellos.

Pero ha muerto José José y de pronto el príncipe desaparece para dar paso al rey que inicia el caminar de una leyenda.

La de este notable personaje del mundo musical, es la historia alegre y triste del mexicano que triunfa.

Rubén Olivares, José Ángel “Mantequilla” Nápoles y muchos más, al igual que José José vivieron en los extremos y conocieron la gloria y el infierno.

Bebieron como en la expresión de Baudelaire, aquella de “Hay que estar siempre ebrio. Todo se reduce a eso; es la única cuestión. Para no sentir el horrible peso del Tiempo, que os destroza los hombros doblegándoos hacia el suelo, debéis embriagaros sin cesar.
Pero, ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, como os plazca. Pero embriagaos.
Y si alguna vez os despertáis en la escalinata de un palacio, tumbados sobre la hierba verde de una cuneta o en la lóbrega soledad de vuestro cuarto, menguada o disipada ya la embriaguez, preguntadle al viento, a la ola, a la estrella, al pájaro, al reloj, a todo lo que huye, a todo lo que gime, a todo lo que rueda, canta o habla, preguntad qué hora es; y el viento, la ola, la estrella, el pájaro, el reloj os contestarán: «¡Es hora de embriagarse! Para no ser los esclavos martirizados del Tiempo, embriagaos; ¡embriagaos sin cesar! De vino, de poesía o de virtud, como os plazca”.

Había que escapar entonces de los fantasmas, de los suyos propios, y así lo hicieron como parte de su condición humana.

Siempre pensé, empero, que la calidad artística de  José José ha sido más grande que su angustia existencial.

Su muerte le purifica porque se impone la enorme calidad de su voz.

Cuando interpretó “El Triste” confirmó ser uno de los mejores y luego los éxitos se multiplicaron. Los jóvenes de mi generación nos vimos en cada una de sus canciones, impregnados de un romanticismo inolvidable que compartimos con nuestras parejas.

Fue, al mismo tiempo, la voz suave, educada y firme, a la vez que potente y sensual.

Le hicimos nuestro porque con su música arropó nuestras alegrías y tristezas y porque con nosotros se ganó la condición de ídolo.

Sufrimos ciertamente con su angustia  existencial porque cavó tan hondo que ´por momentos pensamos que no saldría de sus crisis.

Finalmente la calidad de su voz superó todo, incluso el triste espectáculo que ahora protagoniza su familia.

Una tarde que se nos hizo noche, en una reunión de familiares y amigos en Las Tapias, bebimos y cantamos enfrentando nuestros propios fantasmas. De pronto sentimos que algo nos hacía falta y entonces un grupo de comensales, yo entre ellos, nos venimos a Culiacán a conseguir un casete de José José.

Regresamos desde luego a Las Tapias a seguir en la brega  de una de nuestras muchas noches tormentosas, donde José José nos acompañó invariablemente.

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