|Por: Guillermo Bañuelos|

Ayer: «Amlo, lárgate de Sinaloa», posteó uno. Otro respondió: «Yaveremos cm les keda el cucu aeses chayoteros van aver ay van andar lanbiendoles las botas…»

Días después del 8 de noviembre de 1992, vimos de pronto al alcalde electo Humberto Gómez Campaña (PRI) en alegre convivencia con Sadol Osorio en la mesa de al lado. «¿Cómo es esto, si en la calle están todavía agarrados a pedradas los fans de los dos partidos?», cuestionó mi esposa.

No sabía que la amistad de estos cosaltecos estaba más allá de la pugna electoral.

Gómez había vencido a Mercedes ‘Meché’ Murillo (PAN) en una lucha intensa que continuó en las calles, y Osorio, 3 años después, ganaba la alcaldía como abanderado del PAN.

2010. Mario López Valdez enamoró hasta la locura a un gran segmento del electorado. Desinhibido y dicharachero, Malova bailaba con movimientos frenéticos de cadera ‘Palillos Chinos’ al ritmo de la tambora y prometía un Sinaloa sin narco ni corrupción, gracias a una Espada de la Justicia que en 6 años no apareció.

Malova se convirtió en un ídolo. De barro, sí, pero era un ídolo. ¿Alguien se atrevía a cuestionar al gobernador? ¡El mundo le caería encima!
Durante la campaña contra Jesús Vizcarra Calderón, el tono de la discusión electoral destruyó estructuras familiares, de negocios y círculos de amigos. Quebró también a los partidos, aunque el peor saldo fue para el PRI, de cuyas filas emigraron en tropel connotados militantes. El PAN, entregado a él, desapareció como partido.

A la postre, Malova ejerció un gobierno mediocre y banal, acusado de corrupción. La figura del político-ídolo de multitudes, después de su gobierno, vino abajo y la corriente popular que lo cobijó se ha dispersado.

2018. El triunfo de Andrés Manuel hizo pedazos todos los pronósticos. Fue apabullante. Gracias a un manejo de las redes sociales hábil y a un discurso que cayó como anillo al dedo en un momento de profundo hartazgo social contra el PRI y el PAN, AMLO llegó al Palacio Nacional con la fuerza de más de 30 millones de votos.

El enjambre virtual que lo fortaleció en su campaña, no obstante el fin de ésta, se mueve aún ahora y conserva una línea beligerante contra los opositores al presidente, experto él en mantener la llama viva.

El discurso presidencial, aunado a las proclamas del enjambre, alimentan -sin embargo- un ambiente político contrario a lo que el país necesita: unidad para enfrentar y resolver una severa crisis económica, social y de salud causada por múltiples factores, entre ellos el saqueo institucional del pasado, y una pandemia que colocó ya a México en el lugar número 3 del mundo con más muertes por Covid-19.

Con mayor intensidad cada día, las redes protagonizan la narrativa política nacional, convertidas en una auténtica arena de confrontaciones y de odio.

Al lenguaje soez que predomina en diferentes bandos, sume usted la capacidad de estas herramientas mediáticas para convertir la discusión más simple en una peligrosa Shitstorm que aplasta a cualquier enemigo.

La única bondad de estas tormentas es que, aunque hieden, son fugaces.